Autora: Dolores Reyes
Título: Cometierra
Año de publicación: 2019
Editorial: Sigilo
Número de páginas: 175
Theodor Adorno sostuvo que escribir poesía después de Auschwitz sería un acto de barbarie. Ciertamente hay experiencias históricas que son tan atroces, tan destructivas, que parecen poner en crisis al género humano y a las posibilidades del lenguaje. Creo poder sostener que la epidemia de femicidios que se ha desencadenado en Argentina en los últimos años, visibilizados por el auge del movimiento Ni Una Menos, es una de ellas. Los números son contundentes: 278 femicidios en 2018, 290 en 2019 y 181 hasta fines de agosto de 2020. Eso equivale a una muerte cada 32 horas. Frente a este flagelo, que no sólo le cuesta la vida a las mujeres sino que deja a muchísimos niños desamparados y a menudo al cuidado de los femicidas de sus madres, el estado se ha mostrado incompetente en el mejor de los casos, e indiferente y cómplice en el peor.
¿Cómo poner en palabras el horror de los femicidios? En su primera novela, Cometierra, Dolores Reyes se propone narrar lo inenarrable en una prosa simple, contundente, que de a ratos toma vuelo poético, pero también nos trae de un bofetón a la realidad más cruda y dolorosa usando un lenguaje brutal y descarnado. La novela encierra, como propuso Roberto Arlt para su literatura, “la violencia de un ‘cross’ a la mandíbula” al enfrentar al lector con un mundo marginal, poblado por seres vulnerables, donde la violencia es moneda corriente. La violencia de los secuestros, los femicidios, las violaciones, pero también la del abandono, el trabajo infantil, y sobre todo la violencia de un sistema donde endémicamente existen vidas descartables.
Cometierra, la protagonista y narradora, tiene el don de comunicarse con los muertos, los desaparecidos, los sin voz, ingiriendo la tierra que transitaron. Un don descubierto con inmenso dolor tras la muerte de su madre, que le permite saber en una visión que su padre fue el asesino. Cometierra no quiere que se lleven a su mamá, pero debe resignarse a que la entierren en una tumba sin nombre en el cementerio, porque “los muertos no ranchan con los vivos”. Ya en ese primer capítulo podemos apreciar la contundencia del lenguaje de Reyes: “La tierra la envuelve como los golpes del viejo y yo pegada al suelo, cerca siempre de ese cuerpo que se me llevan como en un robo.”
A medida que va creciendo, Cometierra comienza a usar su don para ayudar a las familias de víctimas desaparecidas a quienes la policía ha dejado de buscar. Lo sobrenatural está incorporado en la novela de forma muy orgánica, como parte también de una cosmovisión propia del mundo narrado: un mundo donde las supersticiones, las “maes” y las visiones ofrecen el alivio y el socorro que las instituciones estatales niegan.

A la par de los casos que Cometierra va resolviendo, Dolores Reyes nos presenta el mundo del conurbano bonaerense, con su cultura, sus luces y sus sombras. Entre los vasos de plástico de cerveza de 1 litro, los viajes de compras a La Salada, los CDs de compilados de canciones de cumbia y las salidas a la bailanta, vamos descubriendo un universo donde las oportunidades son muy pocas, donde la solidaridad entre vecinos intenta suplir la falta de justicia, pero donde también los conflictos frecuentemente se dirimen de forma violenta y letal. En ese contexto, Cometierra debe transitar el paso de la adolescencia a la adultez, su iniciación sexual, su filiación identitaria y su actitud con respecto al don que recibió, que conlleva una enorme, y a veces insostenible, responsabilidad.
Acaricié la la tierra, cerré el puño y levanté en mi mano la llave que abría la puerta por la que se habían ido María y tantas chicas, ellas sí hijas queridas de la carne de otra mujer. Levanté la tierra, tragué, tragué más, tragué mucho para que me nacieran los ojos nuevos y pudiera ver.
Cometierra es un excelente debut para Dolores Reyes, que nos invita a pensar un presente doloroso para poder vislumbrar una posibilidad de un cambio en el futuro, a partir de una mayor conciencia acerca de la situación, y de una postura de empatía y solidaridad con las víctimas y sus familias.
Valoración: 4.0/5.0
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