A propósito de la publicación digital de las Memorias de este general, trataremos de recordar algunos aspectos importantes de su vida.

¿Quién fue el general Miller?
Tal vez recuerden la tradición de Ricardo Palma “Pan, queso y raspadura”, en ella se cuenta las circunstancias en torno a la Batalla de Ayacucho. Previo a ella los altos mandos patriotas (Sucre, La Mar, Gamarra y compañía) acuerdan usar una curiosa contraseña:
– ¡Pan, queso y raspadura! – repitió el gallardo inglés aceptando el agasajo – ¡Very well! ¡Muchas gracias!
Y luego de ganar esa memorable jornada en la Pampa de la Quina, es Miller quien cierra la tradición; cuando al pedir al asistente le traiga a comer, se produce el siguiente diálogo:
– Mi general, dispense usía si no le ofrezco otra cosa que lo mismo de ayer: un sorbo de aguardiente, pan, queso y raspadura.
– Hombre, guárdate la raspadura y tráeme lo demás, que para raspadura basta con la que hemos dado a los godos.
William Miller (castellanizado como Guillermo Miller) fue un militar inglés nacido en Wingham el 12 de Diciembre de 1795, Inglaterra que luego de combatir a las tropas napoleónicas en España al mando de entre otros el famoso Duque de Wellington decide probar suerte en el nuevo mundo. Es muy conocido en la historia peruana por haber desempeñado múltiples cargos militares y políticos desde la independencia del Perú hasta las primeras décadas de la vida republicana.
Tras llegar a Argentina en 1817, con sólo 22 años, se alista en los ejércitos patriotas al mando de José de San Martín e integra el ejército de los Andes que daría la Independencia a Chile en la batalla de Maipú en la que tomó parte. Posteriormente, llegó con el general San Martín al Perú para librar un sinfín de batallas destinadas a liberarnos del yugo español. Es así que dirigió la caballería patriota en la legendaria Batalla de Ayacucho que selló la independencia de Sudamérica.
Sus memorias están concentradas sobre todo en la Campaña Independentista donde tuvo oportunidad de vivir de primera mano los avatares de las guerras patriotas, descubriendo como pocos la sociedad, cultura y complicada geografía peruana. Personajes históricos como San Martín, La Mar, Bolívar, Gamarra y un largo etcétera desfilan entre sus páginas y no solo se detiene en los grandes personajes sino también en los guerrilleros, la gente de pueblo que luchó al lado de los ejércitos regulares. Las estrategias e incluso muchas anécdotas tienen lugar en este escrito que el general se dedicó a perfeccionar pidiendo incluso a sus contemporáneos datos certeros para poder confeccionarlo. Todos los sufrimientos del ejército patriota y las crueldades de los españoles se pueden vivir aquí como si recordáramos un suceso muy cercano. Desde luego, el general a pesar de todo llegó a compenetrarse bastante con los peruanos (aunque no gustaba de hablar español) y defender su causa como la suya propia. En su obra no faltan las descripciones detalladas de las conductas y las estrategias de los realistas españoles:
Todos conocían perfectamente cuál habría sido la conducta cruel de los españoles si llegaban a vencer; pues aunque el virrey era hombre naturalmente humano, estaban entre sus consejeros el que indujo a Monet a fusilar dos oficiales patriotas en el camino de San Mateo, y el otro que atravesó con su espada bárbara y cobardemente al desgraciado ya herido e indefenso mayor Gumer en el campo de batalla de Ica, y otros de carácter no menos sanguinario».

Sobre la batalla de Ayacucho en la cual participó al lado no sólo de peruanos sino de colombianos, venezolanos, ecuatorianos, Etc. sólo tuvo palabras de admiración, él, quien había visto desfilar a los ejércitos napoleónicos:
La batalla de Ayacucho fue la más brillante que se dio en la América del Sur; las tropas de ambas partes se hallaban en un estado de disciplina que hubiese hecho honor a los mejores ejércitos europeos. Los generales y jefes más hábiles de cada partido se hallaban presentes; ambos ejércitos ansiaban el combate, y todo el mundo de uno y otro partido se batió no solo bizarramente, sino a la desesperada. Lo que en número faltaba a los patriotas o suplía su entusiasmo y el íntimo convencimiento de que si eran batidos era imposible retirarse.
Lástima que las memorias terminen aquí y muchos otros acontecimientos que presenció no las relató. Quizás no le interesaban las luchas intestinas con la que se inundó el Perú del siglo XIX, pero él participó directamente combatiendo la Revolución de 1834, en las guerras de la Confederación Perú – Boliviana y en el fusilamiento del caudillo limeño Salaverry. Lejos quizás estaba de querer relatar aquellas contiendas y los avatares políticos de quien estaba en el bando perdedor, la pérdida de honores y derechos militares o aún peor, la calumnia.
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