
Autor: Khaled Hosseini
Título: Mil soles espléndidos
Año de publicación: 2007
Editorial: Salamandra Editores
Número de páginas: 384
La realidad solo puede ser observada desde un pedestal, empatizada desde el corazón o vivida desde la impotencia. Para describirla, hay que haber experimentado estas tres etapas. En esa línea, el talento literario se reduce a la perseverancia y osadía. La vida es otra cosa. Por eso, cuando leímos por primera vez Mil soles espléndidos, nos planteamos vivir, prioritariamente, con el fin de desarrollar nuestra racionalidad, o al menos intentarlo. En toda gran historia hay dolor, pero en Mil soles espléndidos parece solo haber dolor. La historia de Mariam y Laila es la historia de la opresión de la persona por la persona, el gran dilema que sostiene las distopías neocoloniales tanto en Medio Oriente como en América Latina y África.
En esta inmensa obra, acompañaremos un recorrido histórico de Afganistán a través de las perspectivas de estas dos mujeres, que sufrirán todas las opresiones creadas por la humanidad, pero esencialmente una: la invisibilización. Esta golpea a nuestros países con la fiereza de un sistema que no da tregua a sus subalternos. En otras palabras: a nuestra gente les están sacando la mierda de forma permanente (y si esta se pudiera vender, sería literalmente). Sin embargo, los actos de resistencia contra la violencia imperialista tienen una génesis. En la obra, Laila abraza con orgullo el legado intelectual de sus padres, que le permite pensar críticamente las crudas situaciones que tiene que atravesar. Desde las guerras civiles financiadas por potencias extranjeras hasta la propia imposibilidad de expresarse por su condición de mujer.
Mariam, un excepcional personaje cuyas crudas peripecias tienen un efecto cuestionador doble: en principio, nos deprimimos por su infortunio y hasta lamentamos las «coincidencias» que hacen de su vida una tragedia. Sin embargo, luego recordamos rápidamente que esa era la realidad de las mujeres hace solo cincuenta años. Viviendo rechazadas por la sociedad de castas, obligadas a entregar su vida la infelicidad y siendo violentadas en nombre de la religión imperante. Un día decide esperar a su padre, Yalil, un sujeto pudiente que habita en la ciudad y no en las afueras como ella, que va esporádicamente a visitarla para llevar un poco de color a la monótona vida que lleva con su madre. Pronto descubrirá que ella no es digna de vivir con su padre porque es una bastarda y le será impuesto un matrimonio a los quince años.
Condenada al ostracismo por una sociedad que sobrevive entre guerras, tendrá que lidiar con Rashid, un sujeto que parece la perfecta compresión del machismo que sobrevive en ciertas expresiones del Islam. Conocerá a Laila por los azares de la guerra, detestándola inmediatamente por su juventud y por considerarla una invasora en su perfectamente equilibrada vida (en su tragedia). Su relación tendrá, en principio, una incipiente reciprocidad a partir de la necesidad de convivir con un hombre violento. Sin embargo, Mariam empezará a querer a Laila y a la pequeña Aziza al observar su opresión en ellas, y esa complicidad será el quid de la novela, que no dejará a nadie lo suficientemente indignado. Pero lo más indignante será cómo se ha normalizado esta violencia en la historia de la humanidad, y cómo nos obligan a conformarnos con solo lágrimas de desahogo.
El contexto histórico no se presenta de simple relleno de una historia superficial o fútil, sino que coadyuva al entendimiento de las pasiones de los variopintos personajes que le dan a la novela una riqueza literaria inconmensurable. Partimos de la Afganistán de los años setenta, pasando por la Revolución de Saur, las guerras civiles entre grupos étnicos, la falsa estabilidad tras la partida de los soviéticos (que, dicho sea de paso, representaron un avance significativo en materia de derechos civiles) y el abandono completo de Afganistán en manos de talibanes. Eran incontables las lunas que brillaban sobre sus azoteas / o los mil soles espléndidos que se ocultaban tras sus muros, reza el poema de Saib-e-Tabrizi escrito en el siglo XVII, y es una metáfora adecuada para los tiempos que vivieron las protagonistas de esta historia. Que, a pesar de todo, sus corazones compartían el secreto de las sonrisas en la precariedad, que finalmente nos pueden despojar de todo, menos de nuestra secreta humanidad. Continuamente estamos leyendo noticias sobre Medio Oriente, casi siempre con sesgos ideológicos o insoportables prejuicios: el gran mérito del autor radica en transportarnos eficazmente hasta Kabul con una prosa magistral.
Valoración: 4.5 de 5.0
Es una historia tristísima, súper fuerte! Me encanta como escribe este hombre y todo lo que transmite.
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