Gustave Doré fue un dibujante, pintor y escultor francés que nació en Estrasburgo el 6 de enero de 1832. Fue criado en una familia acomodada, lo que le permitió dedicarse al arte desde muy pequeño, siendo apoyado fervientemente por su madre, quien lo calificaba desde muy joven ya de verdadero genio.
A la edad de 13 años publica sus primeras litografías en la ciudad de Bourg. A los 15 años firma su primer contrato con Charles Philipon y empieza a dibujar para el semanario Le Journal pour rire, lo que hace que su padre, que hasta ahora se había resistido a que su hijo sea un artista, le permita desarrollarse completamente.

A partir de 1847 se instala en París y sigue clases en el lycée Charlemagne. Se dedica a realizar numerosos álbumes litográficos, de temas históricos sobre todo, los cuales adornarán los libros y revistas de numerosos franceses de mediados del siglo XIX. El estilo tan cuidado, siguiendo lineamientos clásicos, respetando las reglas más elementales de la composición y un toque post romántico, definitivamente, hace de su obra reconocible para cualquier persona incluso no cultivada en arte.

Una vez conocido es encargado de ilustrar diversas obras (se cuenta por cientos) en diferentes países como Francia, Alemania e Inglaterra. Empieza con la serie famosa de Gargantúa y Pantagruel de Rabelais.
Desarrolla todo su arte durante el segundo Imperio Francés donde presentó un cuadro: La batalla de Alma en la Exposición de 1854. Frecuentó los salones imperiales y dibujó por aquella época la parte de El Infierno de Dante Alighieri, Cuentos de Perrault y la Santa Biblia. Luego de un viaje muy fructífero a España en 1862 dibujó más de 300 litografías para El Quijote de la Mancha de Cervantes.

Doré, en realidad, luego de su etapa de caricaturista se vuelca con furor a los clásicos. Pero, lamentablemente, no siempre tiene el apoyo de los editores debido a que sus dibujos aumentan el precio de la obra y esto no conviene a la economía de los vendedores. Sin embargo, ello no merma en lo absoluto las ganas de seguir inmortalizando las obras clásicas con sus pretenciosos y cuidados dibujos. Lo acompañaba siempre una capacidad de trabajo bárbara como la de Napoleón.
¡Lo ilustraré todo!»

Actualmente se venden numerosas ediciones de obras clásicas con sus grabados, de los cuales, en realidad, muchas veces la preocupación de los editores radica en mostrar más sus dibujos que el contenido de la misma obra (que a veces es incluso recortada). Podemos ver en sus dibujos un encanto por los recuerdos medievales, donde pasajes oscuros, misteriosos, llenos de profundidad invitan a la persona que los contempla a la fascinación por lo oculto, lo heroico y lo imperecedero.

A pesar que sus dibujos más conocidos son los grabados, en realidad Doré dedicó mucho más tiempo a realizar dibujos, caricaturas y también dedicó gran pasión a la pintura y la escultura, a pesar de no ser valorado tanto en este aspecto. Era en vida muy prolífico y virtuoso: podía pintar un cuadro histórico, realizar grabados paisajísticos, bosquejos para monumentos, escenas íntimas y un largo etcétera. Incluso, la acuarela no escapó de sus prodigiosas manos. Terminamos este pequeño recorrido con una frase que aparece al final del libro editado por Flammarion:
Lástima que hasta los 35 años solo hice 100 000 dibujos.»