200 Años de la muerte de Napoleón

Una de las grandes ventajas de aquella cabeza era estar vacía de cualquier puerilidad. Un hombre de veinticuatro años desea doscientas cosas al año; Napoleón deseaba sólo una: ¡el amor de la gloria! (Stendhal)

A los 200 años de la muerte de Napoleón Bonaparte presentamos un breve recorrido biográfico. Criado en la tormenta de la Revolución francesa, forjó realmente su propio destino cuando siendo ya general, encomendado al “Ejército de Italia” (una sección del ejército francés con el objetivo de atacar a las fuerzas austriacas, en ese entonces dueños de Italia), realizó la sorprendente proeza de transformarlos en una legión de héroes. Faltos de materiales, alimentos y hasta logística, Napoleón, gracias a sus novedosas estrategias y rapidez en la marcha, pudo derrotar al ejército profesional austríaco en numerosas batallas.

Estatua de Napoleón en el Castillo de Compiegne

Desde luego también necesitó la fortuna para lograr sus verdaderos objetivos. Su hermano Lucien era presidente del Consejo de los Quinientos (institución revolucionaria francesa encargada de la legislatura) y tenía amigos como Murat ubicados en puntos estratégicos. Todo ello le permitió, gracias a su fama de héroe nacional, poder dar un golpe de Estado (El 18 Brumario) y ascender al máximo poder en Francia mediante un nuevo sistema de gobierno: El Consulado.

Pocos años después, gracias a un sufragio popular, fue creado a su deseo el Imperio Francés, por lo cual fue coronado junto a su esposa Josefina de Beauharnais. Dirigió con una capacidad de trabajo sobrenatural las riendas de todo el Estado francés, desde la parte económica hasta la cultural, desde la legislativa hasta la militar. Se inmiscuyó en numerosas guerras y batallas por toda Europa con el objetivo de acrecentar los territorios, poder e influencia propia y la de la misma Francia. Siendo él de origen no aristócrata creó una nobleza propia que era prácticamente un sistema de meritocracia. Gracias a él mucha gente de pueblo (bodegueros, cantineros, sastres) llegaron a ser oficiales del ejército e incluso barones o duques por su valor o eficiencia en el trabajo. Tuvo la fama de invencible durante mucho tiempo, su ejército confiaba en él más que en el mismo Dios. Puso de rodillas a toda Europa y a sus gobernantes, reyes de casas aristocráticas antiquísimas, desbaratando imperios, creando repúblicas aliadas en territorios que no existían, creando ducados y reordenando toda Europa a su voluntad. Gracias a su carisma y talento, sus soldados lo idolatraban al punto de que su Guardia Imperial tenía bien claro amenazar al propio Emperador de desertar del campo de batalla si él se exponía demasiado al fuego durante la refriega, de esa manera lo cuidaban.

«Carga de lanceros polacos ante Napoleón» por Cesarz Szwolezery

Chateaubriand (enemigo de Napoleón) nos presenta en sus Memorias de Ultratumba un lúcido análisis de su éxito:

No es grande Bonaparte por sus palabras, sus discursos, sus escritos, por el amor a las libertades que nunca tuvo y que nunca pretendió establecer; es grande por haber creado un gobierno auténtico y poderoso, un código de leyes adoptado en diversos países por los tribunales de justicia, las escuelas, una administración fuerte, activa, inteligente, y con la que todavía nos regimos; … es grande por haber hecho renacer en Francia el orden del seno del caos, por haber levantado de nuevo los altares, por haber reducido a unos furiosos demagogos, a unos orgullosos eruditos, a unos literatos anárquicos, a unos ateos volterianos, a unos oradores de plaza pública, a unos estranguladores de prisiones y de calle, a unos muertos de hambre de tribuna, de clubes y de cadalsos, por haberlos reducido a servir a sus órdenes; …; es grande por haber acabado con las confianzas de una suerte común, por haber forzado a unos soldados, sus iguales, a capitanes, jefes suyos o rivales, a doblegarse a su voluntad; es grande sobre todo por ser hijo de sí mismo, por haber sabido, sin otra autoridad que la de su genio, por haber sabido, él, hacerse obedecer por treinta y seis millones de súbditos en la época en que ninguna ilusión rodea los tronos; es grande por haber derrocado a todos los reyes que se oponían, por haber derrotado a todos los ejércitos cualesquiera que fuesen su disciplina y valor, por haber dado a conocer su nombre tanto a los pueblos salvajes como a los pueblos civilizados, por haber superado a todos los vencedores que lo precedieron, por haber llenado diez años de prodigios tales que hoy en día nos cuesta comprenderlos

«Adieux de Napoléon à la Garde impériale dans la cour du Cheval-Blanc du château de Fontainebleau» de Antoine Alfons Montfort

Fue, así mismo, pionero de muchas otras cosas aparte del aspecto militar o político: instauró el Concordato de 1801 con lo que se reconcilió con la Iglesia; ayudó en la creación del famoso mundialmente Código Civil, modelo en todo el mundo; creó el Baccalauréat (Bachillerato) en 1808, que es el examen que hasta ahora los franceses rinden para ingresar a la universidad; gracias a él se descubrió la Piedra Rosetta en Egipto, que conllevó al desciframiento de la escritura jeroglífica.

Al realizar la invasión de España, permitió a ésta una nueva organización que devino en las Cortes de Cádiz, bastión de las nuevas ideas y de una política constitucional. Estas cortes por un lado, así como el deplorable estado del gobierno y ejército real español impidió una colaboración eficaz con sus virreinatos, imposibilitando una defensa de la corona frente a los independentistas de toda América (Perú, Argentina, Colombia, etc.). Como ya lo dijo el historiador peruano Basadre, no se cometería ningún error históricamente hablando con levantar monumentos a Napoleón en toda América Latina.

Tumba
Tumba de Napoleón en «Los Inválidos» de París (Foto del autor).

Los admiradores de Napoleón en todo el mundo siempre perduran. Actualmente se les puede ver incluso en las redes sociales, basta para reconocerlos aquella celebérrima frase: Vive l’empereur!. Borrados muchas veces los grandes defectos que lo acompañó, perviven muchas veces los recuerdos del valor, energía, grandeza y aventura:

Bonaparte no es ya el verdadero Bonaparte, es una figura legendaria creada por los caprichos del poeta, las charlas del soldado y los cuentos populares; el que vemos hoy en día es el Carlomagno y el Alejandro de las epopeyas medievales. Este héroe fantástico seguirá siendo el personaje real; los otros retratos desaparecerán

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