Debes de ser poderoso; pues tienes un rostro más que humano, triste como el universo, bello como el suicidio
Isidore Lucien Ducasse nació el 4 de abril de 1846 en Montevideo, de padres diplomáticos franceses quedó huérfano de madre a los 2 años creció triste, silencioso y retraído. Fue a los 13 años para estudiar en Francia y radicó en París. Escribió con solo 23 años lo que sería su obra máxima: “Los cantos de Maldoror” que fue impresa bajo el seudónimo de Conde de Lautreamont en Bélgica en 1869 luego de haber vuelto el año anterior a Uruguay momentáneamente. No fue considerada en su época, pero fue redescubierta por los surrealistas como Breton, Soupault, Éluard, Dalí a inicios del siglo XX y por ello es tan conocida en la actualidad.

En cuanto al seudónimo algunos consideran que viene de montevideano “l’autre – mont”, otros que es una deformación de una obra del escritor francés Eugène Sue “Latréaumont” y otros una burla al nombre del Conde de Montecristo (el del otro Monte). Si este tema está en debate pues podemos decir que prácticamente su vida entera lo está, lamentablemente Ducasse no dejó casi rastros biográficos y así como lo apunta en los Cantos de Maldoror no quiso dejar memorias. Tal vez por convicción real o para aumentar el halo de misterio que hasta ahora envuelve su fallecimiento (a los 24 años), su obra y toda su vida.
Esta obra inclasificable y como muchos opinan ininterpretable se considera una prosa poética. Por su estructura de hecho pareciera un poema épico aunque no usa versos sino prosa. Aún así su división es por estrofas como indica el propio autor y se compone de seis cantos.
El relato empieza con una advertencia directa al lector casi intimidatoria de pensarlo dos veces antes de seguir adelante, es parte de la invitación a la transgresión de la cual el autor quiere hacer partícipe al lector.
Maldoror fue bueno durante sus primeros años, en los que vivió feliz; ya está hecho. Advirtió luego que había nacido malo: ¡Fatalidad extraordinaria! Ocultó su carácter lo mejor que pudo, durante muchos años; pero, por fin, a causa de eta concentración que no le era natural, cada día la sangre le subía a la cabeza; hasta que, sin poder ya soportar semejante vida, se arrojó resueltamente a la carrera del mal …
Maldoror es un héroe romántico, criminal y sacrílego. Parece estar por encima de las sensaciones, de los sentimientos, de los hombres e incluso de Dios. La obra destila crueldad y misantropía. El relato en sí, hubiese pensado yo debería ser más ordenado o por lo menos tener un desarrollo un poco coherente ya que el interior del mismo es tan oscuro e incomprensible (entiendo desde luego que ésa era la intención). Imaginé que los cantos por lo menos tuviera algún orden, ya no cronológico o episódico pero por lo menos algo de orden. Eso le hubiese dado más consistencia al mensaje que se quiso dar si es que había alguna intención.
De otro lado la artificialidad se nota a mi parecer mucho en toda la obra. Cuando leía comprendía que parecía a esos poetas de algunas generaciones que recurrían a sustancias extrañas para poder escribir textos incomprensibles. En efecto, en Los Cantos de Maldoror lo que cuenta el autor rápidamente pierde el hilo y va por caminos sin sentido y con expresiones grotescas que parecen un delirio más que una inspiración. Pero a pesar de ello eso no lo noté tan tan natural, muchas expresiones eran demasiado artificiales, construidas para llamar la atención más que por inspiración, sobre todo muchos párrafos en los que el autor narra temas que de seguro no son de su pleno dominio como zoología, medicina, fisiología, física, Etc. Eso se notó a mi parecer pues en algunos pasajes son copias de otros libros contemporáneos (como bien apuntaba la excelente edición de Cátedra).

Es imposible no admirar la obra como producto histórico y literario, Lautréamont fue un precursor extraordinario de movimientos surrealistas posteriores y muchos escritores franceses lo admiraron, la posibilidad de su pluma para dibujar episodios apocalípticos, descripciones crudas hasta sacrílegas que bien tienen la firma del mismo Sade, los pensamientos en fuga permanentes, la amoralidad, la ofensa constante a Dios, todo ello es algo novedoso y muy bien empoderado. Por momentos algunos párrafos más que originales ya me parecían absurdos, como éste: «Ríe pero llora al mismo tiempo. Si no puedes llorar por los ojos, llora por la boca. Y si también es imposible, orina …» o «¿Pero qué era pues la sustancia corporal hacia la que yo avanzaba? Sabía que la familia de los pelecánidos comprende cuatro géneros distintos: el pájaro bobo, el pelícano, el cormorán y el fregata.»
Al pasar por sus páginas estamos en un estado de efervescencia permanente en el cual siempre vayamos por donde vayamos parecemos estar en el infierno. Tiene muchas frases profundas, revolucionarias, que te pueden repulsar pero siempre te afectan, aunque no siempre emocionan y eso para mí es importante en toda obra. Es como apuntó muy bien el escritor Maurice Blanchot: “La lectura de Maldoror es un vértigo”.