La reina ha muerto. ¡Larga vida a la literatura escrita durante su reinado!
El largo reinado de Isabel II fue el trasfondo de grandes acontecimientos de la historia mundial: la Guerra Fría, el proceso de descolonialización de África, la violencia política en Irlanda del Norte y la acción terrorista del IRA, el proceso migratorio que convirtió a Londres en una ciudad multicultural, la amenaza del terrorismo motivado por el fanatismo religioso, la Guerra de Malvinas, el neoliberalismo de Margaret Thatcher, el Brexit, el COVID, y tantos más. Con su muerte finaliza el segundo período isabelino y se inaugura una nueva etapa que seguramente traerá cambios a la monarquía y su modo de relacionarse con sus súbditos en el Reino Unido y en el Commonwealth.
En el ámbito de la cultura, y en particular de la literatura, la segunda mitad del siglo XX y los primeros veinte años del siglo XXI han abierto el camino a nuevas voces y subjetividades que no habían tenido lugar en la producción literaria anterior. A continuación he elegido veinticinco obras que considero parte fundamental del legado cultural del segundo período isabelino.
1. EL SEÑOR DE LAS MOSCAS – William Golding (1954) En su ya clásica novela, el Nobel de literatura explora el lado oscuro de la naturaleza humana y se pregunta hasta qué punto somos capaces de aferrarnos a nuestra racionalidad cuando perdemos el anclaje de las instituciones, la ley y el orden. Y lo hace de forma inolvidable a través de un grupo de niños que, tras sobrevivir a un accidente aéreo, deben organizarse para subsistir sin adultos que los ayuden y les marquen las reglas. Una novela brutal que captura el escepticismo moral de la generación de la posguerra y su desconfianza del género humano a la luz de experiencias como los campos de concentración y las bombas atómicas.
2. EL SEÑOR DE LOS ANILLOS – J.R.R. Tolkien (1954-1956) La obra más famosa del género de fantasía épica también es producto del clima de posguerra en Inglaterra. Al igual que Golding, Tolkien indaga en la naturaleza del mal y las condiciones que permiten su avance. Pero a diferencia de Golding, la trilogía de Tolkien da un mensaje esperanzador: el mal puede ser derrotado si los pueblos libres y las personas de bien logran superar sus diferencias y unirse para darle batalla. «De las cenizas se despertará un fuego / una luz surgirá entre las tinieblas / renovada será la espada rota / el descoronado nuevamente será rey», escribe Gandalf, personificación de la sabiduría, la racionalidad y la bondad.
3. EL CUARTETO DE ALEJANDRÍA – Lawrence Durrell (1957-1960) Esta serie de cuatro novelas de Lawrence Durrell («Justine», «Balthazar», «Clea» y «Mountolive») narran los acontecimientos que ocurren en la vida de un círculo de expatriados en la ciudad de Alejandría, en Egipto, en los años previos y durante la Segunda Guerra Mundial. Durrell juega con los puntos de vista y las voces narrativas para mostrarnos cómo un mismo acontecimiento puede ser interpretado de forma diferente por distintas subjetividades. Es posible que estas novelas sean el mejor exponente de la influencia de la filosofía existencialista en la novela británica, ya que a través de sus personajes Durrell explora la naturaleza de las relaciones humanas, del amor y el deseo, y la búsqueda de sentido que llevó a muchos europeos a lugares exóticos como Alejandría para escapar de su propio vacío. Su influencia es palpable en otros grandes escritores como Julio Cortázar.
4. LA HORA FINAL (ON THE BEACH) – Nevil Shute (1957) En una novela injustamente olvidada, el ingeniero devenido novelista Nevil Shute materializa el miedo más terrible de la humanidad durante la Guerra Fría: un ataque nuclear que genera una nube tóxica que inexorablemente va eliminando a toda la humanidad avanzado de norte a sur. Shute sitúa su novela en Australia, donde sus personajes viven sus últimos días de vida sabiendo que se aproxima el final, «no con una explosión, sino con un sollozo», como reza el epígrafe de «La tierra baldía» de T.S. Eliot. ¿Cómo se vive de cara a la muerte? Esa pregunta sostiene toda la novela y la hace una de las obras más perturbadoras de este período.
5. TODO SE DESMORONA – Chinua Achebe (1958) La era isabelina fue la era del desmembramiento del Imperio Británico. Con el surgimiento de los movimientos nacionalistas que llevaron a la independencia de las colonias, emerge también una literatura poscolonial que busca reivindicar las culturas silenciadas por la hegemonía británica, y tomar la palabra para poder narrar la historia desde su propio punto de vista. «El imperio contraescribe» es el título memorable del ensayo fundacional sobre la literatura poscolonial en los países del ex imperio. Achebe, desde Nigeria, escribe la primera de una trilogía de novelas que busca contar la vida tribal y la llegada del hombre blanco por fuera de los estereotipos instalados en la literatura por autores como Kipling y Conrad. La historia de Okonkwo y el pueblo Igbo ilustra la desintegración de las culturas africanas debido a la violencia física y simbólica ejercida por los británicos en nombre de la «civilización».
6. EL CUADERNO DORADO – Doris Lessing (1962) La ganadora del Nobel Doris Lessing expone en esta novela fundamental el problema de identidad de la «nueva mujer» que emerge en la década del 60 como resultado de los movimientos de emancipación femenina de las décadas anteriores. La protagonista, Anna Wolf, es una escritora que intenta reconciliar distintos aspectos de su vida y su personalidad registrándolos en cuatro cuadernos de distintos colores: uno negro sobre sus experiencias infantiles en una colonia africana; uno rojo sobre sus años de militancia comunista; uno amarillo que contiene la historia ficticia de una mujer llamada Ella; y uno azul que es su diario personal. A lo largo de la novela Lessing presenta fragmentos de estos cuadernos y los alterna con la narración de la vida de Anna en tercera persona. El cuaderno dorado es el resultado de la integración de todas esas narrativas. Lessing encuentra la expresión literaria perfecta para exponer los dilemas de su generación de mujeres intelectuales.
7. EL ANCHO MAR DE LOS SARGAZOS – Jean Rhys (1966) Al igual que Achebe, pero desde el Caribe, Jean Rhys (nacida en Dominica, por entonces bajo dominio británico) le responde al canon literario británico y su representación de la alteridad colonial reescribiendo una de sus obras centrales: la novela «Jane Eyre» de Charlotte Brontë. Rhys narra la historia de Bertha Mason, «la loca del ático», desde su infancia en Jamaica, y a través de su relación con un Rochester que nunca es nombrado como tal, su descenso en los abismos de la locura y la desintegración. Rochester representa al colonialismo y su efecto en las identidades de los pueblos colonizados. Es una novela escrita exquisitamente, y uno de los alegatos más elocuentes contra la violencia simbólica del Imperio Británico.
8. LA GUÍA DEL AUTOESTOPISTA GALÁCTICO – Douglas Adams (1979) Si hay algo que caracteriza a las letras británicas es su humor lacónico e irónico, que apela a la inteligencia y la sapiencia del lector (algo que Borges supo admirar y reflejar en su propia obra). Esta obra es la primera de una serie de novelas que siguen las peripecias de Arthur Dent, último sobreviviente de la humanidad rescatado del apocalipsis por el alienígena humanoide Ford Prefect (autor de la guía turística que da título a la novela) y lanzado a una aventura espacial que lo llevará a conocer civilizaciones y personajes tan absurdos como encantadores. En una especie de reescritura en clave de ciencia ficción de «Los viajes de Gulliver», Adams deleita al lector con un héroe absolutamente improbable y con una voz narrativa que, en clave de comedia, muestra el lado más absurdo del tan temido apocalipsis.
9. HIJOS DE LA MEDIANOCHE – Salman Rushdie (1981) Rushdie narra en clave alegórica la crónica de la India moderna a través de dos niños, Saleem y Shiva, que nacen exactamente a la medianoche del 15 de agosto de 1947, el día en que se declara la independencia del Imperio Británico, y que son intercambiados por una enfermera. Saleem, al mejor estilo Forrest Gump, se verá involucrado en todos los eventos políticos significativos de la India en sus treinta años de vida. Bendecido con una familia acaudalada que no era suya por nacimiento, deberá enfrentar la sombra de Shiva, condenado a vivir en las calles mendigando, y portador de un espíritu guerrero que le permite sobrevivir y lo hace también un enemigo formidable. Una novela fundamental para comprender el proceso de descolonialización de la India y las guerras civiles subsiguientes que forjaron el país.
10. LA GENTE DE JULY – Nadine Gordimer (1981) La Nobel sudafricana Nadine Gordimer también indaga en las tensiones internas que desgarran a su país en esta novela distópica que imagina un escenario muy diferente al del final pacífico del Apartheid en manos de Nelson Mandela. En la novela Sudáfrica está siendo desgarrada por una sangrienta guerra civil en la cual la población negra busca vengarse de la opresión de la minoría blanca. Los protagonistas de la novela son los Smales, una familia blanca que se considera progresista y anti-racista, y que ante la violencia racial se ve obligada a esconderse en casa de su sirviente, July, en medio de una aldea negra. La convivencia con la familia de July expone el desconocimiento que tienen los Smales acerca de las condiciones de vida de la población que dice defender, y la dificultad que les genera renunciar a su rol como amos para someterse a las reglas de la aldea. Es una novela que genera una incomodidad muy necesaria.
11. EL IMPERIO DEL SOL – J.G. Ballard (1984) Ballard plasma en esta novela sus experiencias de niño durante la ocupación japonesa de Shanghai, cuando fue separado de su familia y llevado a un campo de concentración para ciudadanos europeos y estadounidenses. Lo que hace a esta novela tan impactante es la combinación de una historia muy poco explorada hasta ese momento (la de la comunidad británica en China y su sometimiento por parte de las fuerzas imperiales japonesas), el punto de vista infantil, y un pragmatismo que la acerca de a ratos a «El señor de las moscas». Jim Graham pasará a lo largo de sus páginas de ser un niño mimado de la élite a convertirse en un sobreviviente para quien llenar el estómago y escapar de la violencia se convierten en la prioridad absoluta. Jim naturaliza la muerte y la violencia que presencia a diario y rápidamente logra adaptarse a un contexto atroz, llevándonos a reflexionar acerca de cómo se puede regresar de esas experiencias y «funcionar» en sociedad.
12. EL CUENTO DE LA CRIADA – Margaret Atwood (1985) Esta novela no necesita introducción: en los últimos años, gracias a su adaptación televisiva, goza de una renovada popularidad. Sin embargo cabe subrayar el logro de la canadiense Margaret Atwood que re-imagina la distopía orwelliana desde una perspectiva feminista. Convirtiendo al patriarcado en una dictadura sangrienta que cristaliza la ideología latente en muchas sociedades, logra visibilizar los prejuicios y los presupuestos que siempre se ciernen como una amenaza sobre los derechos recientemente adquiridos de las mujeres, que pueden ser (y son) vulnerados fácilmente. Al mismo tiempo nos lleva a reflexionar acerca de la naturaleza del poder, de los mecanismos que permiten que los ciudadanos acepten someterse a gobiernos despóticos, y también acerca de los usos del lenguaje y de la historia que hacen este tipo de regímenes, en un gigantesco guiño a su predecesora «1984».
13. REGENERACIÓN – Pat Barker (1991) Con su trilogía de novelas «Regeneración», «El ojo en la puerta» y «El camino fantasma», Pat Barker le devuelve centralidad literaria a la Primera Guerra Mundial, que había sido opacada por la experiencia a todas luces traumáticas de su sucesora. Lo interesante es que Barker hace foco en la cuestión de la salud mental, y en los efectos a corto y largo plazo del desorden por estrés postraumático, o «shell shock» como se lo conocía en esa época. «Regeneración» se desarrolla en un hospital psiquiátrico de campaña en Escocia al cual llegan los soldados cuyo estado mental no les permite permanecer en el frente. Allí se conocieron los dos grandes poetas de la guerra, Siegfried Sassoon y Wilfred Owen, y la novela nos permite presenciar ese encuentro. Es una exploración fantástica de cómo la Primera Guerra Mundial puso en crisis el concepto de valor bajo fuego, la masculinidad y las relaciones familiares y amorosas.
14. HAMBRE SAGRADA – Barry Unsworth (1992) Como parte del revisionismo de la historia británica que tuvo lugar en este período, es importante mencionar la visibilización del comercio triangular y la esclavitud como elementos clave del proceso de industrialización que puso a Gran Bretaña a la vanguardia del poder económico y político a nivel mundial. Unsworth expone como nadie lo había hecho antes el comercio de esclavos en todas sus aristas, haciendo énfasis en el contraste entre los valores de la Ilustración, y la brutalidad y deshumanización producto de la avaricia de los mismos hombres que decían estar llevando la antorcha de la civilización a todos los rincones del imperio.
15. TRAINSPOTTING – Irvine Welsh (1993) Si bien la popularidad de la adaptación cinematográfica de Danny Boyle parece haberse tragado al libro, es importante reivindicar la obra de Welsh por muchos motivos. Visibilizó y le dio voz a la generación que sufrió en carne propia la catástrofe económica del thatcherismo: el descenso de Renton y sus amigos en el alcoholismo y las drogas es producto de una vida vacía donde no hay futuro. Los amigos se sientan a ver pasar los trenes (de ahí el título) en una actitud que simboliza la falta de oportunidades que siempre pasan de largo. Otro aspecto que hace de esta novela un hecho literario trascendental es el uso del lenguaje. Welsh utiliza el dialecto escocés de los jóvenes marginales, reivindicándolo frente al inglés «culto» que se asocia con la producción literaria canónica.
16. UNA HISTORIA DEL MUNDO EN DIEZ CAPÍTULOS Y MEDIO – Julian Barnes (1994) Es difícil definir este libro. En principio parece tratarse de una serie de cuentos, pero todos están relacionados por hilos conductores claros: los naufragios, los animales, los barcos, el arte, la historia. Allí encontramos la historia del arca de Noé contada por una termita que se metió en el barco de polizonte, un análisis minucioso y filosófico de «La balsa del Medusa» de Géricault en contraposición a la historia verdadera que ilustra, las historias juxtapuestas del Titanic, Jonás y la ballena y el MS St Louis, una misión espacial e incluso la descripción del Paraíso. Se trata de uno de los mejores exponentes del posmodernismo en las letras británicas, un ejercicio de composición ecléctico que nos muestra distintas facetas de la humanidad con una narración tan original como deslumbrantes.
17. DESGRACIA – J.M. Coetzee (1999) Al igual que Gordimer, Coetzee pone el dedo en las heridas abiertas de Sudáfrica, pero en su caso desde el post-Apartheid, donde la violencia se canaliza de nuevas formas. En el centro de la novela está la violencia sexual, ya que su protagonista, David Lurie, pierde su puesto de profesor universitario por iniciar una relación inapropiada con una alumna abusando de su poder, y luego debe lidiar con los efectos traumáticos de la violación que sufre su hija a manos de ladrones que ingresan a su granja y que también lastiman a Lurie. Según el jurado que le otorgó el Booker Prize, «contrastando el código moral de la corrección política con los valores de la poesía romántica, «Desgracia» examina las dicotomías tanto en las relaciones personales como en la irresponsabilidad de una cultura hacia otra.»
18. LA ESPOSA DEL MUNDO – Carol Ann Duffy (1999) Es una pena que no contemos con traducciones de la obra de la poetisa escocesa Carol Ann Duffy al español. Su obra poética es clave como exponente de la literatura feminista de este período. Fue poeta laureada del Reino Unido de 2009 a 2019, un nombramiento que representó un salto enorme en cuanto a la representación, ya que Duffy es abiertamente homosexual. En «La esposa del mundo» le da voz a las mujeres reificadas o simplemente ignoradas por la Historia («history», en inglés, puede leerse como «his story», algo que Duffy no deja de señalar). Las esposas de Darwin, del Rey Midas, de Fausto, del Diablo, y la mismísima Anne Hathaway desfilan por sus páginas, cuestionando los fundamentos del poder patriarcal y las narraciones que lo han glorificado. Para muestra basta el poema «Mrs. Darwin»: «7 de abril de 1852 / Fuimos al Zoológico. / Le dije a Él – / algo en ese Chimpancé de allá me recuerda a ti.»
19. EXPIACIÓN – Ian McEwan (2001) La obra maestra de uno de los escritores más importantes de la escena literaria británica actual es un mecanismo de relojería construido meticulosamente para mostrarle al lector no solamente cómo el punto de vista desde el cual se cuenta una historia puede cambiar completamente nuestra interpretación de los hechos, sino también que el acto de narrar no pertenece exclusivamente al ámbito de la ficción, sino que es una parte fundamental de nuestras vidas y de cómo constituimos nuestra identidad y le damos sentido a nuestro pasado. A través de los ojos de Briony Tallis, y del error que comete desde su inocente arrogancia infantil, McEwan nos muestra su búsqueda de redención a través de la acción y la palabra, pero también la impunidad de las clases acaudaladas frente a la justicia y a la sociedad.
20. EL CURIOSO INCIDENTE DEL PERRO A LA MEDIANOCHE – Mark Haddon (2003) Otra bandera social de las últimas décadas ha sido la inclusión social de personas con capacidades diferentes. En una novela que se ha convertido en un clásico moderno, Haddon nos presenta un caso policial (un perro asesinado con un tridente en el jardín delantero de su casa) y pone en el lugar de investigador a Christopher, un niño con síndrome de Asperger. A lo largo de la narración, ingresamos a la mente de Christopher, a su forma particular de decodificar el mundo, y vamos presenciando su crecimiento y el modo en que logra superar sus miedos y sus limitaciones para embarcarse en un viaje en busca de la resolución del crimen, pero también de su propia identidad.
21. NUNCA ME ABANDONES – Kazuo Ishiguro (2005) Es difícil elegir una sola novela de Ishiguro. Me inclino por esta distopía porque creo que captura a la perfección el debate sobre el costo humano de los avances científicos que en cierto modo inició una de las novelas fundamentales de la literatura británica: «Frankenstein» de Mary Shelley. Ishiguro crea un mundo absolutamente familiar y lo inscribe en la línea de las novelas de internado (un género aparte en la literatura inglesa), pero introduce elementos perturbadores que nos van dando indicios de que no es exactamente la realidad que conocemos. Es magistral cómo se va revelando gradualmente la verdad, y el golpe nos llega directo a la yugular.
22. MILKMAN – Anna Burns (2018) La primera novela de Irlanda del Norte en ganar el Booker Prize transcurre en Belfast en la década del 70, durante los años de violencia política ejercida tanto por el ejército británico como por el Ejército Republicano de Irlanda. Pero Burns presenta esa realidad desde el absoluto extrañamiento lingüístico, eligiendo nombrar todo con eufemismos: por ejemplo «el país del otro lado de la frontera», y «los renunciadores del estado». Lo mismo ocurre con las relaciones familiares, que pasan a ser «hermana del medio» o «tal vez novio». Atrapada en medio de la violencia política, social y religiosa, la narradora debe enfrentar también la violencia de género, que obliga a las mujeres a casarse rápido para no convertirse en víctima de ataques sexuales o de la estigmatización de los discursos sociales que son moneda corriente en la comunidad. Los discursos son acción, sugiere Burns: lo que decimos, lo que callamos, lo que elegimos nombrar de un modo que oculte su verdadera naturaleza, definen nuestras actitudes, lo que hacemos y lo que dejamos hacer.
23. NIÑA, MUJER, OTRAS – Bernardine Evaristo (2019) Raza, clase y género son las cuestiones que más se discuten en esta novela que nos lleva a un viaje magistral por la conciencia de doce mujeres negras en el Reino Unido, pertenecientes a diferentes generaciones y contextos socio-culturales, y atravesadas por diversas problemáticas. La narración da voz a subjetividades que problematizan las categorizaciones que se sostuvieron durante décadas y presentan un panorama actual infinitamente más rico y complejo. Es la primera novela británica en la que he encontrado un personaje no binario narrado con el pronombre «they». El corazón de la narración son las relaciones entre las mujeres: la amistad, la sororidad, la maternidad, el abuelazgo. Es una obra que definitivamente le toma el pulso a su tiempo y lo traduce en literatura de la más alta calidad.
24. HAMNET – Maggie O’Farrell (2020) Fuera de los lugares comunes de la novela histórica, O’Farrell toma un hecho histórico (la muerte del único hijo varón de William Shakespeare) y a partir de él desarrolla una obra que se centra en las relaciones familiares, en particular la maternidad, y en ese proceso inenarrable que constituye la muerte de un hijo pequeño. La centralidad la tiene Agnes (Anne Hathaway, renombrada por O’Farrell a partir del estudio de documentos familiares que se refieren a ella por ese nombre), reivindicada como una mujer sabia que comprende las plantas y sus usos medicinales, y que cargará con la culpa de haber descuidado a su hijo por ayudar a los demás. Una novela psicológica impecable con momentos verdaderamente deslumbrantes.
25. HISTORIA DE SHUGGIE BAIN – Douglas Stuart (2020) Termino con una novela escocesa que aborda los efectos del thatcherismo pero desde la mirada de un niño. Shuggie es un niño sensible, inteligente, dulce, y un poco afeminado, lo cual lo convierte en el blanco del desprecio y las burlas de sus compañeros y de su propio padre en una sociedad donde los valores de la masculinidad asociada a la violencia son la norma. Su refugio es su madre, una mujer hermosa y efervescente con una debilidad fatal por la bebida y por los hombres incorrectos. Shuggie debe aprender a abrirse camino en un entorno hostil y a cuidar de una madre que tiende peligrosamente a la autodestrucción. Un acierto de la novela es subrayar el efecto que tiene el desempleo en el aumento de la violencia intrafamiliar, ya que los hombres privados de su rol de sostén de hogar que les permite confirmar su masculinidad, lo hacen a través de la violencia física y sexual, sometiendo a los más vulnerables para olvidar su propia sumisión a un sistema que los deja impotentes.
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